viernes, 19 de abril de 2013

La separación

No sé que quieren decirme. Es como si intentaran ocultar con su rostro una gran verdad que hará que se tambaleen los cimientos que construyen nuestro hogar. Sus labios apretados dibujan sonrisas que se desfiguran por las costuras y sus ojos reflejan vidriosos su preocupación. Yo intento guardar la calma por ellos, pero se que mis facciones denotan confusión y contradicción, como un papel lleno de tachones y palabras superpuestas. Es entonces cuando ella decide hablar por los dos, para aclararme que a partir de ahora caminaran separados. Y es entonces cuando mi cara se transforma y se vuelve papel, papel en blanco.

-Cielo, papá y yo hemos decidido que no vamos a vivir juntos más. Pero no te preocupes, sigues teniendo a tu mamá y a tu papá, que te siguen queriendo.

No entiendo qué pretenden con esas vanas palabras de apoyo o de consuelo. Sigo siendo una niña, pero una niña que no deja de crecer. Una niña que piensa y siente, casi más fuerte que muchos adultos. 
Esto ya lo he visto en la escuela, es un protocolo similar. Supongo que ahora toca vivir en dos sitios distintos, aguantar dos regañinas, recibir el doble de besos antes de dormir y dos pagas semanales. Pero no, nada de eso importa, nada de esas cosas ahora partidas en dos pueden compararse con la fuerza de un buen equipo. Todos los besos, todos los detalles, nunca tendrán la misma fuerza si se dan separados.

Porque para mí el camino que seguíais juntos era bello, perfecto y era más seguro que los angostos senderos por donde ahora empezáis a caminar.

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