jueves, 18 de abril de 2013

Sátira política. La Representación


De pie, sobre el atril, más seguro de sí mismo que de costumbre, se dispone a hablar a un público impaciente. Observa a su alrededor: un perfecto decorado lleno de personajes planos y secundarios que están dispuestos a escucharle y a aplaudirle; un atrezzo compuesto de luces y un espacio físico sin más decoración que banderas y colores afines a su partido. Una marea de un único color esperando a que empiece la función. Él lo sabe, sabe que todo se reduce a eso, a un teatro, la representación de su escalada a lo más alto. Su obra magna es eso, una ilusión de promesas vanas con la posterior ovación de un rebaño que ha seguido siempre al mismo pastor pero de diferente cara. Él sabe cuánto es necesario para sus ovejas ser convencidas por el pastor, él sabe cómo debe conducirlas hacia el lugar seguro, aunque sólo sea un espejismo. Y es precisamente él, la persona que menos sabría conducir a ningún lado, la que tiene que semejar, la que tiene que actuar con normalidad y representar un papel con el que se siente muy cómodo. Y para él estos asuntos ya le son familiares: va de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, contando el mismo el cuento y vendiendo la misma panacea a los ignorantes, como si de juglares se tratara. Por eso nunca le costó aprender, pero sí comunicar. 

Y hoy, delante de su público expectante se alza majestuosamente su encanto y talento para convencer. El texto que ha escrito está bien aprendido, sólo queda transmitirlo.

De repente fluyen las palabras de él como el agua de una fuente. Su discurso brota con soltura y estilo, con la gracia y el carisma de un cómico, y la exactitud y precisión de un robot. Las expectativas se cumplen, el esfuerzo tiene su recompensa. 

Lo está consiguiendo, lo ve en sus caras.

Ha contado y ha prometido lo de siempre, unas ilusiones que sólo son ilusiones en su cabeza y que se transforman en promesas en su boca para los invitados al teatro. Él siempre quiso ser actor, pero como vio que no le reportaría muchos beneficios, se metió en la política. Y mientras, las palabras brotan de su boca, haciendo asentir con convicción a los allí presentes.

Tras el discurso una gran ovación recorre la sala. Lo ha conseguido, en su cabeza sólo hay una idea: el voto está asegurado. Es un buen rebaño.

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