miércoles, 14 de marzo de 2012

A esta distancia del sol sólo me queda mirar las nubes.

Estoy tan lejos de poder tocarte que sólo puedo ver cómo me haces reír. Tengo sinsabor en la boca, un nudo en la garganta y los pulmones ahumados. Y hoy es uno de esos días bañados de luz para todos menos para mí. Porque mis ojos están nublados, sólo tienen humo y no quieren ver. No quieren ver que los errores pasan factura, que las noches sin cordura traen más resaca que alegría. Se niegan a ver que a veces dentro de mí hay un vacío que ya no llena nadie y que sigue, a pesar de que no quiero se llene. No quiero ni nada ni nadie y sin embargo ese vacío está ahí. Y fumo, fumo porque creo que con el humo se van mis pensamientos a surcar los aires que yo me he negado a surcar. Fumo porque así, empaño más mis ojos y me es más fácil estar ciega, porque así puedo confundirme con las nubes.

Las nubes son un paraíso en el que perderse esos días en los que crees que no perteneces a ningún lugar, ni a nadie.

De nadie quiero ser, pero no consigo evitar despegarme. No puedo evitar levantar los ojos si te veo pasar, ni torcer el gesto si te oigo hablar, ni sentir tu aroma cuando te huelo. No puedo contenerme al roce de tus manos, ni a los besos que la suavidad de tus labios me roba, no puedo despegarme de una atracción que surgió de la nada. Que nada es, que se va con mis pensamientos  junto al humo del tabaco y que nunca dejará de ser nada. 


Será por eso que el sol está demasiado lejos para tocarlo y  que sólo me queda saborear las nubes.

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