martes, 13 de diciembre de 2011

Las utopías del milenio

En algún lugar del edificio principal de las Naciones Unidas, un secretario le habrá comentado a otro que el 2015 está a la vuelta de la esquina. Para un ciudadano de a pie como nosotros, este parece un comentario algo trivial ¿por qué el 2015? Sin embargo, para un embajador de la ONU, el hecho de que ese año esté a la vuelta, es más un recordatorio de unas tareas marcadas en el calendario de 1990 para ser cumplidas antes de 2015. Estas han sido calificadas coloquialmente como Los Objetivos del Milenio, y que, por decirlo de alguna manera, se resumen en conseguir erradicar las maldades del mundo.
Esta idea tan global y a la vez tan utópica, parece entenderse como la solución final contra el hambre, la pobreza y en general, la brecha divide al mundo en dos mitades. Todo realizado a través del cumplimiento de una serie de metas marcadas por la ONU que deben alcanzarse antes de 2015.
La sociedad que no es conocedora de estas metas ha de saber que se dividen en ocho objetivos que se resumen en: erradicar el hambre y la pobreza, conseguir una educación primaria universal, igualdad entre géneros, reducir la mortalidad infantil, mejorar la salud materna, combatir el SIDA entre otras enfermedades, garantizar el sustento del medio ambiente y fomentar una asociación mundial para el desarrollo. Previstos estos objetivos, se lanzan varias preguntas al aire: ¿Cómo lo están haciendo? ¿Es posible que se lleguen a cumplir estos objetivos? Al paso que vamos, parece imposible realizar estos objetivos, o al menos en su mayoría. El primer objetivo, el de erradicar el hambre y la pobreza parece ser el más difícil de realizar. Se sintetiza en la idea de reducir a la mitad el porcentaje de personas que subsisten con un dólar al día, alcanzar un empleo digno para hombres y mujeres, y reducir el hambre. Analizando esta cuestión podemos sacar en claro que estos problemas se han agravado mucho más con la crisis económica en la que se encuentra el “primer mundo”. En la actualidad, los gobiernos del hemisferio norte están demasiado ocupados sacando a sus naciones de la crisis como para preocuparse de un problema que ha estado allí siempre y por el que nunca han puesto el empeño suficiente para erradicar. En 2010, gracias a esta crisis económica en torno a 64 millones de personas en África Subsahariana, Asia Oriental y el Sudeste Asiático han llegado a rozar los límites de la pobreza extrema, lo que demuestra que los que intentaban reducir la pobreza, no han hecho más que empeorarla. No se trata de una simple crítica a los gobiernos, ya que las cifras demuestran que hoy en día en África subsahariana alrededor de 1000 millones de personas sobreviven con menos de un dólar al día. Esto plantea un problema muy serio con respecto a la meta fijada de reducir esta cifra a 420 millones.
 La desigualdad en el reparto de la riqueza es palpable, tanto dentro del interior de los países como en el resto. La corrupción en la política de muchos países africanos mengua los esfuerzos de muchas ONGs por hacer llegar ayuda humanitaria la esas poblaciones rurales hundidas en la pobreza. Por otro lado, las cifras demuestran que el hambre en el mundo, no sólo no se ha reducido, sino que aumenta día a día, ya que en la actualidad 800 millones de personas pasan hambre, y es trágico saber que uno de cada cuatro niños de países en vías de desarrollo pesan menos de lo establecido.


La mala alimentación propicia el deterioro continuo de salud que padecen millones de personas en países en vías de desarrollo. La friolera cifra de 24000 muertes al día por hambre parece no llegar a todas las conciencias. Quizás se deba a que hace diez años esa cifra era mayor, pero el hecho de que el 75% de esas muertes sean niños, puede que no suene tan alentador. Son diferentes los factores que conllevan a cifras tan altas, por ejemplo tan sólo el 10% de las muertes son por hambruna. Pero quizás se deba a factores más profundos como por ejemplo, lo que algunos han llamado “hambre oculta”, que no es sino la desnutrición y deficiencia de micronutrientes vulneran la salud de las personas y las hacen susceptibles a las enfermedades. Todos estos factores derivan otra vez en mala alimentación, lo que nos lleva de nuevo a la pobreza.
Muchos atribuyen las causas de la pobreza a la falta de recursos suficientes o por la existencia de compañías multinacionales que especulan con los recursos destinados o procedentes del tercer mundo. Sin embargo, Joseph E. Keckeisen, en su ensayo Las causas de la pobreza del tercer mundo establece una serie de causas que a su juicio, son los verdaderos factores de la pobreza, que se centran más en los modelos económicos y políticos de los países tercermundistas. Para Keckeisen, se trata de estructuras económicas obsoletas y deficientes con respecto al ideal de sistema político en la actualidad. Sistemas económicos, como los autárquicos, intervencionistas, mercantilistas que a los oídos de economistas de hoy suenen a prehistoria están aún vigentes en los países en vías de desarrollo. Dadas estas premisas, parece que una solución sería cambiar los sistemas políticos y económicos establecidos, tratándose así la base del problema, y contribuir así, a un cambio de mentalidad que está estancada.
La cuestión es ¿podía haberse evitado? Las generaciones de hoy en día hemos vivido siendo conscientes de que es una realidad, que existe y que parece no desaparecer, pero es una realidad apartada de la nuestra, como si no existiera solución al problema. La herencia histórica que se nos ha dejado, ha dado a entender que intentar poner solución es como hablarle a la pared. Pero sí de verdad tienen solución, no debería estar planificada para 2015, como han hecho. Puede que esto no deba haber sido un problema. Puede sólo sea intentar reparar un daño demasiado profundo creado por unas viejas naciones ambiciosas. A estas alturas, es tarde para intentar echar la vista atrás, es tiempo de buscar soluciones, pero no basta con pronosticar una cifra más pequeña para el 2015. Basta con hacer de una utopía, una realidad. Aunque en realidad, para eso aún falta tiempo.

¿Por qué lo llaman Objetivo cuando en realidad quieren decir Utopía?