jueves, 17 de febrero de 2011

LEY SINDEmocracia

Este tema que nos ocupa, de manera tan polémica en la sociedad, es llamado vulgarmente “Ley Sinde”, debido al nombre de su precursora, Ángeles González Sinde, Ministra de Cultura. Sin embargo, es importante esclarecer este concepto: no se trata de una ley en sí. Se trata de una disposición, concretamente de la Disposición Final Segunda que forma parte de la Ley de Economía Sostenible, aprobada el 18 de marzo de 2010, siendo aprobada esta polémica disposición el 16 de febrero de 2011.
Desde un punto de vista objetivo, podemos decir que la “Ley Sinde” pretende ejercer como mediadora entre autores y consumidores en cuanto a la difusión de contenidos audiovisuales se refiere.
A efectos prácticos, esta ley supone una barrera en contra de la difusión de cultura a la sociedad. Esta posición detractora tiene distintos puntos de vista: por un lado, se establece una posición a favor de los autores, si bien es cierto que todo el mundo está de acuerdo en reconocer una obra de arte, así como valorar a su autor y que éste sea compensado, como cualquier trabajo bien hecho. Hasta esta afirmación está claro entonces, que mi posición es aparentemente partidaria. El peso recae sobre el segundo punto de vista que hace que me muestre detractora respecto a esta disposición y es cuando entran en escena (hablando irónicamente) los dos personajes más polémicos: el dinero y el poder. Esta ley ha sido cargada con un alto contenido político que hace cómo no, que gobierno y oposición se enzarcen en un debate continuo que no lleva a ninguna parte. Al fin y al cabo, esta ley tal vez no interese a los autores, pues tengo la convicción de que obtendrán de igual manera el mismo beneficio que hasta ahora. Creo que esta solución es una tapadera más para “sacar tajada” del asunto. Como siempre, el dinero es un bien ansiado por los que pueden, y me parece lamentable que se recurra a algo tan puro como la cultura para obtener beneficio. La música, las artes, son bienes que deben ser conocidos y compartidos en la sociedad, considero injusto que esta “ley” por ejemplo, suponga el cierre de páginas web que resultan útiles al público (especialmente el público joven), sólo porque los “grandes” quieran enriquecerse aun más con la obra de los demás. Me parece realmente hipócrita que se escondan detrás de un campo tan noble y puro como la cultura.
Para más inri me gustaría poner ejemplos más prácticos del día a día de una persona: hace unos años, una entrada al cine costaba alrededor de 3€. Hoy en día, los cines de barrio, donde los films no eran los últimos éxitos de Hollywood, sino de todo un poco, han sido sustituidos por multicines donde prima el comercio sobre el autor, lo que se vende sobre lo que gusta, y los 3€ que valía una entrada se han multiplicado: ahora vale 6 € (amén, que gracias al Carnet Joven vale 5,50€) y todo esto para ver películas donde se nos insta a pensar que la hipocresía de los “grandes” se disfraza de buenas intenciones y buenos propósitos, porque ellos “lo único que quieren es fomentar la cultura”. Permítanme, si no es indiscreción, acabar esta frase: “fomentar la cultura sí, pero a base de dinero y malicia”.

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